El expresidente sostiene que no conocía a los trabajadores ficticios y resta credibilidad al exgerente de Imelsa.
La semana judicial se cerró ayer con la declaración ante el juez del expresidente de la Diputación Alfonso Rus. No quiso el líder popular un cara a cara con el fiscal y el resto de acusaciones así que optó por una comparecencia ‘dulce’: contestar a las preguntas de Emilio Pérez Mora, su abogado. Llegó a la Ciudad de la Justicia pasadas las diez de la mañana y con aparente tranquilidad afrontó el paseíllo rodeado de decenas de periodistas. Rus recurrió al humor para sobrellevar el mal trago, el agobio de situarse en el núcleo de la corrupción. «En los aviones también se daban comisiones», lanzó. De esta forma quería responder a las declaraciones del exgerente que reveló que el dinero se repartía en los propios despachos oficiales del Ayuntamiento y la Diputación. Entró al juzgado y de aperitivo soltó un pequeño discurso acerca de lo que madruga y de lo tarde que regresa a su casa. En resumen, que siempre ha trabajado mucho, desde que tenía 14 años. Todo esto carece de interés para la causa. Al entrar en materia -la contratación de trabajadores ficticios en la empresa Imelsa- se limitó a negarlo todo. Aseguró que no conocía a casi ninguno de los trabajadores que estuvieron a sueldo de Imelsa pero no prestaban ninguna labor.
Fuentes judiciales manifestaron lo débil de esta defensa ya que alguno de los investigados en esta pieza mantienen amistad con el expresidente o incluso eran futbolistas del club que presidía, el Olimpic de Xàtiva. Atribuyó a Benavent toda la responsabilidad de estas prácticas. «A presidencia no llegaban estas cosas», indicó. Es más, adelantó que si él hubiera tenido conocimiento de estas graves irregularidades se habría enfadado muchísimo y él mismo lo hubiera denunciado.
Benavent apuntó a él y a su jefe de gabinete Emilio Llopis como los dos dirigentes que le ordenaban la contratación de personas por favores de amistad. Puro enchufismo, más allá incluso de afinidades ideológicas, según confesó el propio gerente al fiscal Anticorrupción el pasado jueves. La comparecencia de Rus fue breve, pero no tanto como la de Llopis, que le precedió en su entrada al juzgado. Este se acogió a su derecho a no declarar. A la salida, Rus se lo tomó con calma. Acudió a una de las cafeterías del edificio y tras unos minutos salió por la puerta principal. Allí, al igual que hiciera Benavent el pasado jueves, se centró más en cuestiones generales de la supuesta trama que en el motivo que le había llevado al juzgado. «No había caja B», dijo para abrir fuego. A continuación, cargó contra el arrepentido y puso en duda la credibilidad de su testimonio. Recordó que lo primero que hizo fue huir. «Cuando se supo que se iba a por él, se fugó. Cuando se le acabó el dinero, volvió. Pactó con no se quién y también vino con el pendiente y…».
Huida y regreso de Benavent
Las primeras informaciones apuntaban directamente al máximo responsable de Imelsa, aunque se intuía que Rus podría verse salpicado. Benavent huyó de España y durante algunos meses residió en un país latinoamericano. Posteriormente regresó a España y aseguró haber sufrido una transformación interior, una catarsis que le impulsó a contar todas las irregularidades pese a que estas revelaciones podían costarle la cárcel. Fruto de ese proceso de regeneración se produjo también su cambio de look al que ayer se refirió Rus. Gracias a esta colaboración con la Fiscalía podrá obtener una sustancial rebaja de pena. De ahí que tras esos episodios, Benavent carezca de «credibilidad para Rus». Es más, el expresidente de la Diputación no podía entender cómo se habían desarrollado los acontecimientos. «He dormido dos noches en el calabozo, mientras él que ha reconocido que cobró comisiones…».
El expresidente del PP provincial insistió en todo momento en negar las principales acusaciones de Benavent. «El que cobraba las mordidas era él», repitió en más de una ocasión. Todo parece ser un montaje, según su visión de los hechos. Aunque se desconoce qué intención podría tener el exgerente de Imelsa en implicarse directamente en toda esta trama.
Hay que recordar que fue Rosa Peréz, de Izquierda Unida, la que denunció el caso ante la Fiscalía Anticorrupción y aportó las grabaciones que durante años acumuló el gerente de Imelsa y que a ella le entregó el suegro de Benavent, el custodio de los audios.
Rus llegó a decir ayer que no entendía qué hacía allí y que supuso que a Benavent le interesaría «ir a por los de arriba». Manifestó que él «ni contrataba, ni despedía ni hacía el seguimiento de los empleos» en la empresa pública.
Horizonte complicado
Los problemas judiciales del expresidente de la Diputación no han hecho más que comenzar. La comparecencia por la pieza de los trabajadores ficticios es quizá el asunto de menor importancia para el que debe de encontrar una salida. En breve, deberá decidir si explica el controvertido asunto del call center, el centro de atención telefónica que supuestamente se amañó para favorecer a una empresa con la que el suegro de Benavent mantenía una estrecha relación. La responsable de Recursos Humanos ya declaró que comunicó personalmente las deficiencias del servicio a Rus y este no se preocupó por solucionarlo. Le contestó que la información de la que disponía mostraba que todo funcionaba perfectamente.
Lo peor, sin duda, está por conocerse. La pieza principal del caso sigue todavía bajo secreto. Es ahí donde multitud de dirigentes del PP temen las consecuencias que pueden generar las intervenciones telefónicas que en su día se practicaron y el resto de grabaciones que el gerente de Imelsa realizó a políticos y amistades. De momento ayer insistió en que él no es ninguna de las dos personas a quienes se escucha en un coche contando billetes. En esta parte del sumario se esconden las comisiones -entre el 2% y el 3%, pero no siempre existía un fijo- de las adjudicaciones más voluminosas, las de Ciegsa.
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Publicado 09/09/2016 – (c) Las Provincias